La inseguridad nos produce una sensación de malestar o ansiedad motivada por la falta de confianza en nosotras mismas y en nuestras capacidades que amenaza nuestra autoestima.

Muchas veces por miedo a equivocarnos, no avanzamos, pero la realidad es que el miedo al fracaso forma parte de nuestra naturaleza humana.

Aún asi, es vital para nuestro cremiento que seamos capaces de actuar a pesar de nuestros miedos.

Cuando tenemos un diálogo interno negativo y que se caracteriza por un lenguaje cruel y despectivo para con nosotras mismas, lo único que conseguimos es bloquearnos, hundirnos y estancarnos quitandonos la posibilidad de avanzar.

Solo practicando la autocompasión podremos cultivar la paz interior.

Somos seres sociales y necesitamos sentirnos parte del grupo, pero intentar gustarle a todo el mundo es imposible y sólo es una fuente de sufrimiento.

De hecho, es una manera de dejar de vivir el momento presente y de no ser fieles a nosotras mismas. Porque al final, ¿quiénes somos en realidad? 

Algo que nos diferencia de los animales es la autoconciencia, y esa misma autoconciencia hace que nos planteemos nuestra propia valía y puede que te lleguen pensamientos que te dicen que no eres lo suficientemente buena.

A lo mejor no son estás las palabras exactas pero cuando profundizas y conectas contigo misma es esto lo que sientes.

Estas creencias posiblemente se empezaron a gestar durante la infancia. Por eso en ambientes familiares donde las necesidades básicas de seguridad y afecto son desatendidas, la autoestima suele estar afectada por creencias del tipo “hay algo que está mal dentro de mi”.

La sombra corresponde a aquello no reconocido como propio. Y esto incluye aquello que no nos gusta de nosotros e incluso partes internas que están tan ocultas que no sabemos que existen. 

Por tanto, en la sombra nos encontramos con aquellos aspectos de nosotros que han sido desterrados, consciente o inconscientemente.

Este destierre sucede a través del aprendizaje (familiar y social) y de la formación de nuestro caracter. Por ejemplo, si yo era aceptada y querida en mi entorno cuando me mostraba fuerte, la debilidad pasa a ser un aspecto desterrado en mi. Entonces, me esfuerzo automáticamente para que la debilidad se mantenga oculta y me avergüenza que los demás la puedan ver en mi.